Aunque el título hable de mujeres en general, quisiera hablar de un tipo de mujeres que me ha tocado conocer, que quizás esté más extendido de lo que yo mismo sé.
Me ha tocado vivir en mi existencia, o quizás sería mejor decir: sufrir, de una persona que al formar parte de mi familia ha creado tal historia que todo ha sido destrucción. Cuando han habido eventos donde juntaban las familias, donde todo debía ser felicidad, donde la gente se debería llevar un buen sabor de boca, .... allí estaba su lengua envenenada, para criticar, para hacer daño, para crear en la
gente que tiene más cerca un odio hacía sus semejantes más cercanos. Y, este tipo de persona, hacen dudar de la gente más buena, de los que horas atrás pensabas que siempre han sido personas nobles y de buen corazón. Y esta actitud es constante, en todos esos eventos importantes de unión... y claro, una vez inyectado el veneno, corre como la pólvora destruyendo hasta lo más Bello.
En mi caso, esta persona es de Taborno, que en verdad pertenece a Santa Cruz, pero ella siempre se ha sentido lagunera. Y el resto que he conocido son de esa zona alta de La Laguna y Santa Cruz.
Aprovecho para incluir una historia de mi abuela materna, de Fasnia, que nos contó una noche en el mismo lugar que me encuentro ahora (en casa de mis padres en vez de en mi casa pues a la persona que me referí en renglones anteriores consiguió que esté aquí) y que paso a contarles:
En Fasnia, existieron dos jovenes que se querían muchísimo, ella y él estaban muy unidos, el amor, la alegría, las buenas sensaciones, todo, se palpaba en el aire. Eran dos luceros que brillaban entre la gente. Y por donde iban llenaban de amor y alegría los hogares y calles del municipio. Un buen día, en el hogar que formaron, entró un gatito pequeño y bonito, muy cariñoso (al modo de ser de un gato) y les encantó, y decidieron quedarse con él. Al poco tiempo, esta pareja no paraba de discutir, peleándose por todo, cualquier sucesos les hacía que el uno pensara que el otro lo hacía para dañarle, Ya todo, era frío y triste, ya nada relucía y ni se creaba ese ambiente de amor y alegría. Y entonces, él decidió irse de casa y no seguir viviendo esa pesadilla. Como era tarde y por precaución, tuvo que meterese en un pajar próximo a su casa para pasar la noche, y una vez dentro, para no quedarse junto a los animales que allí habitaban, decidió subir a la parte alta a dormir, por unas escalinatas que allí había. Estando allí, desvelado por todos los acontecimientos vividos en los últimos tiempos, vio entrar al gato que acogieron, tiempo atrás, junto con otros gatos. Y de repente, oyó, que entre maullidos, hablaban, y este decía a los otros: "ya se fue, he conseguido acabar con tanto asqueroso Amor". Él, quedo muerto, al oírlo no quiso ni moverse. se sentó hacía atrás y dejó que pasara la noche. A la mañana siguiente, bajo de la zona alta del pajar y fue rápidamente a su exhogar. Muy alterado, le dijo a su esposa que preparara un gran caldero de aceite hirviendo, cuando el aceite estaba en pleno burbujeo, fue cogió al gato con mucho cariño y lo llevó en brazos hasta la cocina y cuando estaba junto al fuego, lanzó al gato al interior del aceite y lo dejó morir...
Esta historia, quizás fue real, quizás sea de esas que antiguamente se contaban en los pueblos, como una leyenda del lugar. Pero es algo que ocurre habitualmente y es contada para enseñar a la gente que debe cuidar lo que uno tiene y siente, y no guiarse por terceras personas, pues la envidia y los amargados solitarios suelen acabar hasta con lo más Bello del mundo.
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